Crítica de Un dolor real: Está bien no estar bien

En tiempos en los que el dolor parece ser mala palabra y los discursos de puro optimismo inundan las redes sociales, gran parte del cine y los libros de autoayuda, Jesse Eisenberg se vuelve a poner en el rol de director para entregar Un dolor real, película que versa sobre las diferentes manifestaciones del sufrimiento. [...] Ver más noticias en Indie Hoy.

Ene 22, 2025 - 19:18
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Crítica de Un dolor real: Está bien no estar bien
Un dolor real (2024)

En tiempos en los que el dolor parece ser mala palabra y los discursos de puro optimismo inundan las redes sociales, gran parte del cine y los libros de autoayuda, Jesse Eisenberg se vuelve a poner en el rol de director para entregar Un dolor real, película que versa sobre las diferentes manifestaciones del sufrimiento.

Esta comedia dramática de corte indie norteamericano cuenta la historia de dos primos judíos que viajan hacia Polonia para hacer un tour sobre el Holocausto y conocer la casa donde vivió su abuela, quien falleció meses atrás.

David (Eisenberg) es el primo que eligió una vida convencional con un trabajo estable, esposa e hijo, mientras que Benji (Kieran Culkin) está desempleado, se la pasa fumando marihuana y no superó la muerte de la abuela. La contraposición de estos personajes ya es material suficiente para crear una historia marcada por el amor, los secretos y un viaje que cambiará sus vidas.

Jesse Eisenberg y Kieran Culkin en Un dolor real
Jesse Eisenberg y Kieran Culkin en Un dolor real.

Con toques de la neurosis de Woody Allen y el dramatismo familiar de Noah Baumbach, Eisenberg construye una película que está repleta de preguntas sin respuestas y de planteos que son opuestos pero igualmente válidos, como los dos personajes principales.

Mientras David es correcto, inseguro y callado, Benji no teme llamar la atención, escupir lo que piensa -aquí es cuando Culkin entrega una actuación tan comprometida que hace vivir la “vergüenza ajena” al espectador- y expresar sus sentimientos constantemente.

En este sentido, David se preguntará por qué los dolores de Benji serían más importantes que los de él o más válidos de expresar. Este planteo se vuelve actual si lo pensamos en la constante exposición de las personas en redes sociales y la visibilización constante de problemas de salud mental, frente al decoro necesario y “adulto” que plantea el protagonista.

En este sentido, el dolor del ahora se conecta con el dolor del pasado que está plasmado en las diferentes paradas del tour: campos de concentración, cementerios, trenes y ciudades azotadas por el Holocausto. Los miembros de este tour se entregan a “revivir” el sufrimiento de sus antepasados, aunque desde la primera clase de un tren, en un restaurante de lujo y contabilizando cifras que parecen vacías -un planteo presente en La zona de interés-.

Un dolor real ironiza y critica la mercantilización del sufrimiento, aunque también objeta el adormecimiento de la vida capitalista y adulta. A pesar de tener personajes estereotipados, la película logra mostrar el ya conocido mensaje de que “los locos” tienen la verdad y que no sería tan malo, al menos de tanto en tanto, dar rienda suelta al dolor en una sociedad que nos exige la constante felicidad.

Un dolor real está disponible en cines.

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