Carmen Posadas: «Trato de seguir la recomendación de Oscar Wilde: la mejor forma de hablar de las cosas serias es en broma»

Carmen Posadas se embarca con Doña Emilia Pardo Bazán en una aventura detectivesca: El misterioso caso del impostor del Titanic (Espasa). En abril de 1912, la adinerada viuda de Peñasco tuvo un mal presentimiento mientras almorzaba en su palacete de Madrid. Algo les había pasado a su único hijo y su nuera, a quienes en ese momento creía en París, disfrutando de su luna de miel. La entrada Carmen Posadas: «Trato de seguir la recomendación de Oscar Wilde: la mejor forma de hablar de las cosas serias es en broma» aparece primero en Zenda.

Ene 18, 2025 - 00:15
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Carmen Posadas: «Trato de seguir la recomendación de Oscar Wilde: la mejor forma de hablar de las cosas serias es en broma»

Carmen Posadas se embarca con doña Emilia Pardo Bazán en una aventura detectivesca: El misterioso caso del impostor del Titanic (Espasa). En abril de 1912, la adinerada viuda de Peñasco tuvo un mal presentimiento mientras almorzaba en su palacete de Madrid. Algo les había pasado a su único hijo y su nuera, a quienes en ese momento creía en París, disfrutando de su luna de miel. La dama no se equivocaba: a pesar de las advertencias que les había hecho, los recién casados se habían embarcado en el que se creía el barco más seguro del mundo y sin duda era el más lujoso: el Titanic. Pocos días después, las funestas nuevas llegaron a la mansión de la viuda: su hijo había perecido y su nuera estaba sana y salva, pero rota de dolor en Nueva York. Se pone en marcha así una intriga al más puro estilo Carmen Posadas, ambientada en el Madrid de principios de siglo y entre cuyo elenco destacan Emilia Pardo Bazán y uno de sus personajes ¿de ficción?, el dandy reconvertido en detective Ignacio Selva. Años después del hundimiento del Titanic, entra en contacto con Selva una dama adinerada de Avilés con una noticia insólita: su hermano, un indiano millonario que había sido dado por muerto en el naufragio, aparece en su mansión de La Habana para susto primero y alegría después de su viuda. Tras la sorpresa inicial, se despierta la sospecha en la familia. ¿Ha vuelto ese hombre de entre los muertos o no es más que un impostor?

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—¿Esta novela es un nuevo guiño a la maestra del misterio, su admirada Agatha Christie?

"Soy muy devota de Agatha Christie y Sherlock Holmes"

—Es cierto que yo escribí una novela policíaca titulada Invitación a un asesinato en honor a la escritora inglesa, pero de eso puede hacer mil o dos mil años. (Risas) Precisamente el pasado año se estrenó una adaptación cinematográfica en Netflix, aunque debo decir que mi novela es mucho mejor que la película. Yo creo que esto les pasa a casi todos los escritores, ¿no? Es muy difícil ver con objetividad una historia tuya convertida en otra cosa. Pero bueno, todo esto era para decirte que yo soy muy devota, y de ahí el entusiasmo con el que he trabajado en esta novela, de Agatha Christie y de Sherlock Holmes.

—Sin embargo, a Emilia Pardo Bazán no le gustaba el personaje de Sherlock Holmes.

—No. Muchas veces criticó al personaje diciendo que era “muy plano” y que, frente a eso, ella crearía a un personaje con muchas más aristas sicológicas. Era, no lo olvidemos, gran lectora de Freud y todo lo que tenía que ver con el subconsciente y el análisis sicológico llevado a la novela a ella le interesaba especialmente. Es entonces cuando crea a Selva, para enmendarle la plana a Sherlock Holmes. Necesita además a una especie de Watson y se fija para ello en un inspector de policía apellidado Cordalero (un personaje tan real como Selva). A los dos les cambia el nombre y los convierte en investigadores de un caso literario que ella tituló “La gota de sangre”. 

—En tu novela hay también un juego de personajes

—Sí, aunque un poco distinto: en mi novela Holmes es Emilia Pardo Bazán, mientras que el papel de Watson podríamos decir que lo interpreta para mí Selvita.

—Le dedicas la novela a tu nieto.

—Fíjate que Jaime no es mi nieto más lector, pero cuando le dije que estaba escribiendo esta novela, se volcó: empezó a buscar información por todos lados porque, con 17 años, se maneja fenomenal en internet, claro. Encontró muchísima información sobre el Titanic, historias maravillosas. Algunas de ellas las pude incluir y otras no, claro, así que me ha quedado un extenso anecdotario que puede que use más adelante.

—También es una novela que rinde homenaje a los diez españoles supervivientes del Titanic.

"Los azares de los libros a veces son muy divertidos"

—Fíjate que no hay demasiada información sobre este tema. Encontré un libro titulado precisamente Los diez supervivientes del Titanic que rastrea exactamente lo que fue de cada uno. Ahí confirmé una de las historias tremendas en torno a estos hechos que incluyo en mi novela, sobre la compra de cadáveres… pero no desvelemos estas cosas. Que el lector lo descubra. En torno a esto, sí puedo decir que los azares de los libros a veces son muy divertidos.

—¿En qué sentido?

—Pues hace un par de días, estaba yo en la peluquería con los chuzos puestos y de repente viene una señora y me dice: «Has escrito una novela sobre uno de mis antepasados». Y lo dijo como un poco molesta. «¿Ah, sí? ¿Sobre quién?», le dije yo, con todo aquello en la cabeza. Me respondió: «Pues sobre doña Pura Castellano de Peñasco, que era mi tía-abuela, y quiero decirte» (yo en ese momento pensé que me diría que yo me lo había inventado todo y que la historia no era así en absoluto. Me preparé para lo peor, claro)… «quiero decirte que has clavado a mi tía». Yo creo que uno escribe novelas para vivir momentos así.

—¿Cómo se te ocurre la idea de unir a doña Pardo Bazán con el Titanic?

—Yo necesitaba un detective, y como a ella le gustaban tanto las novelas policíacas se me ocurrió que podía ser la investigadora. Tuve, eso sí, una dificultad técnica, podríamos decir, pues ella se muere en el año 21, y entonces a mí para la ficción me habría venido mejor tener un poco más de margen para la aparición del protagonista “de entre los muertos”, ya sabes, el chico cuyo cuerpo desaparece tras el hundimiento del Titanic y que años después aparece un hombre diciendo que es él, que no estaba muerto, que se había salvado. Para que esto fuese más creíble aún yo había necesitado que pasaran más años para darle una oportunidad más creíble al posible impostor, pero bueno, al final lo encajé y la verosimilitud de la historia ha quedado bien integrada con los hechos históricos.

A pesar de la historia trágica, hay un innegable humor que estructura toda la narración; es muy reconocible ese tono que tanto recuerda a Jardiel Poncela.

"Me da mucha rabia que Jardiel Poncela no esté considerado aún como el grandísimo escritor que es"

—Yo siempre trato de seguir la recomendación de Oscar Wilde: la mejor forma de hablar de las cosas serias es en broma. Y te digo: es el mejor piropo que me podías hacer. Además, es que yo soy absolutamente devota de Jardiel Poncela. Y me da mucha rabia que Jardiel no esté considerado aún como el grandísimo escritor que es; sospecho que en parte es por su sentido del humor. Es una cosa muy sorprendente y sobre todo pasa en España. Fíjate en Inglaterra, con Wodehouse o el mismo Oscar Wilde. Allí el humor suma; pues bien, en España resta. Es como si fueses un autor menor, lo cual es bastante contradictorio si pensamos que la obra magna de la literatura de todos los tiempos es, precisamente, el Quijote, una obra de humor. Aquí la compra de cadáveres, las viudas blancas, la esclavitud de los niños en Cuba, todo eso lo toco en esta novela, pero todo eso se puede contar de muchas maneras, y yo uso el humor como herramienta.

—Volviendo a la Pardo Bazán, ¿no te daba miedo atreverte con ella?

—Estaba aterrorizada. Pero mira, tengo dos amigos muy expertos en esta escritora y cuando leyeron la novela me dijeron que había pasado la prueba con creces. Durante la pandemia volví a releer algunas de las novelas de doña Emilia, como Los pazos de Ulloa y la segunda parte, La madre naturaleza, que es todavía mejor. Descubrí o, mejor dicho, redescubrí a una escritora moderna y osada, tanto que ahí cuenta la historia de un incesto. Pero claro, ella leía literatura europea, sobre todo francesa.

—No era osadía; era cultura.

—¡Claro! Entonces, mientras escribí mi novela, leía a Emilia todo el rato para que se me quedara el ritmo, el estilo, el sabor.

—Hay una escena muy hermosa, que es cuando ella habla con el espíritu de Pérez Galdós.

—Sí, Galdós murió dos años antes de todos estos acontecimientos, pero yo quería hacerle un homenaje a don Benito; quería que Galdós hiciese un cameo en mi novela, de ahí esa escena. Pero cada día estoy más convencida de que, literariamente, Emilia Pardo Bazán está a la par de Pérez Galdós. Incluso diría que ella, hoy en día, es más moderna.

—Otra presencia importante en la novela es América, en este caso Cuba y La Habana

—Yo siempre procuro hacer referencia a América, pero en este caso estaba más que justificada. Mi conexión personal es evidente, pero es que además uno de esos personajes que compró cadáveres tras los acontecimientos de desaparecidos del Titanic era un asturiano que vivía en La Habana.

—¿Es tu novela más compleja?

"Como la novela tiene ese aire light, la gente al final la lee como un divertimento"

—Bueno, sé que me ha costado trabajo. Es verdad que me he divertido, pero casi me vuelvo loca intentando encajar todas las piezas. La novela está sustentada por un misterio y varias subtramas: la historia de la ciega, la de la institutriz… y a mí me importan mucho los finales, pues como lectora siempre me dan mucha rabia los finales flojos o abiertos, así que yo trabajo mucho los finales. Los trabajo mucho. Y claro, en este caso, al tener abiertas varias tramas subyacentes, llevarlas con coherencia al final es más aparatoso, más difícil conseguir que todo parezca fácil. Sin embargo, como la novela tiene ese aire light, pues la gente al final la lee como un divertimento. Pero vamos, realmente eso a mí no me importa.

—¿Qué te ha dejado esta novela?

—Debo decir que yo no soy de esos escritores que cuando terminan la novela se quedan nostálgicos. No. Yo estoy contentísima de haberlos largado; eran unos invitados que ya llevan demasiado tiempo en casa. (Risas) Pero dicho lo cual, esta novela me ha servido para probarme a mí misma que puedo conducir novelas de tramas más complejas, menos lineales, con más de un misterio en danza.

—¿Hay ya una nueva novela en marcha?

—Sí, pero no será policíaca, sino con una trama histórica compleja. Pero no puedo decir nada más. Toca leer y trabajar otros dos años. Aunque no descarto alguna publicación previa de otro género que no sea el novelístico… Pero todavía es prematuro. Y para eso yo soy muy supersticiosa, prefiero no decir nada todavía.

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