3 x 1 Ramón del Valle-Inclán: La guerra carlista
Idioma original: castellanoAño de publicación: 1908-1909Valoración: RecomendableDentro de la trayectoria literaria de don Ramón del Valle-Inclán la serie dedicada a la Guerra carlista es una especie de continuación de la etapa modernista de las Sonatas, aunque dejando asomar elementos que apuntan en otras direcciones. También podemos detectar datos que nos sitúan en el itinerario ideológico de Valle, pero vayamos al grano, que hay mucho que contar.Aunque con el tiempo fue evolucionando hacia posiciones republicanas y finalmente cercanas al anarquismo, el autor gallego se encontraba inicialmente muy próximo al carlismo, no tanto por convicciones dinásticas como por su repudio al liberalismo y cierta identificación con las tradiciones y el alma rural de su tierra natal. Esto se aprecia muy bien en Los cruzados de la causa, la primera de las tres novelas del ciclo carlista y, en mi opinión, la más brillante. Manejando personajes que antes y después tendrían protagonismo en otras obras (el marqués de Bradomín, Montenegro y Cara de Plata, por ejemplo), la narración se centra en esa Galicia oscura y de rasgos primitivos más que tradicionales, poblada por nobles de pasado glorioso venidos a menos, jóvenes inflamados por convicciones conservadoras que comparten con aldeanos analfabetos, y siniestras monjas dispuestas a la acción en defensa de sus valores. El cuadro se presenta sumido en una atmósfera turbia de violencia y conspiración, una niebla misteriosa bajo la cual parecen reunirse fuerzas tan heterogéneas como coincidentes en el avance hacia un objetivo que, por encima de lo político, parece espiritual. El ambiente, tenso y asfixiante, recuerda a veces la fascinante oscuridad de Divinas palabras, anticipando la inmersión en ese mundo bárbaro.El resplandor de la hoguera, cuya prosa recupera con más vigor elementos modernistas, traslada el escenario y algunos de sus personajes a Navarra, uno de los principales focos de resistencia carlista. En este punto Valle muestra un elenco más amplio de los combatientes, sin dejar de mostrar su arraigo con el mundo rural donde se desarrollan las escaramuzas bélicas. A mi juicio demasiados personajes, y episodios algo confusos que deslucen en alguna medida el conjunto porque pienso que lo narrativo no es el fuerte de Valle, hasta diría que no es lo que más le interesa. Disfruta dibujando tipos humanos, haciendo que evolucionen e interactúen, y así el relato de la guerra queda claramente en un segundo plano. Las descripciones y, sobre todo, los diálogos, son siempre lo más importante, hasta el punto de que parece perfectamente viable representar cualquiera de estas obras sobre un escenario (no sé si ha llegado a hacerse).Aun así, este segundo libro nos deja caracterizaciones memorables, como la del héroe Miquelo Egoscue, y escenas brutales, tan valleinclanescas, como la de Roquito, cuyos ojos se abrasan mientras se esconde en una chimenea (y perdón por el espoiler). También aquí asoma tímidamente el personaje del cura Santa Cruz, que cobrará todo el protagonismo en la tercera entrega.Efectivamente, en esta, Gerifaltes de antaño, el conocido guerrillero carlista eclipsa por igual al resto de personajes y el propio desarrollo de la acción. Santa Cruz es como un malo (o un héroe, según se mire) de película. Salido de una pequeña parroquia guipuzcoana, su razón de ser y de vivir no es otra que combatir a los liberales, la guerra se ha convertido en un fin en sí mismo, y sus habilidades para escapar, camuflarse o sembrar emboscadas solo son comparables a su inflexibilidad y falta de escrúpulos. Los lugareños se identifican con el héroe solitario aunque también le temen, y el carácter ingobernable del cura y la extensión del terror por sus seguidores terminan por unir a liberales y carlistas oficiales para combatirle. La semblanza de Valle no tiene apenas pliegues porque Santa Cruz, o no tiene fisuras, o si en algún momento muestra duda solo servirá para reafirmarse en su posición y optar por la solución más brutal. No es desde luego una caricatura, sino el dibujo de un personaje que parece sentir en sí mismo la cristalización de todos los valores tradicionales y la determinación de hacerlos triunfar sea cual sea el precio. Se puede decir que Valle disfruta manejando al cura guerrillero, viéndole evolucionar ocupando todo el espacio narrativo, y vuelve a dejar en un segundo plano el desarrollo de la guerra. Le interesa más descubrir al individuo que encarna una posición ideológica y espiritual llevada al extremo.De manera que la trilogía (que estaba previsto ser completada con dos títulos más) puede atraer menos a quien busque una novela propiamente dicha o un relato descriptivo de carácter histórico, pero dejará satisfechos a los que admiramos a un maestro en descubrir el alma de las cosas a través de sus diálogos, sus personajes y sus atmósferas.Otras obras de Ramón del Valle-Inclán reseñadas en ULAD: Divinas palabras, Tirano Banderas, Luces de bohemia, Sonata de primavera
Año de publicación: 1908-1909
Valoración: Recomendable
Dentro de la trayectoria literaria de don Ramón del Valle-Inclán la serie dedicada a la Guerra carlista es una especie de continuación de la etapa modernista de las Sonatas, aunque dejando asomar elementos que apuntan en otras direcciones. También podemos detectar datos que nos sitúan en el itinerario ideológico de Valle, pero vayamos al grano, que hay mucho que contar.
El cuadro se presenta sumido en una atmósfera turbia de violencia y conspiración, una niebla misteriosa bajo la cual parecen reunirse fuerzas tan heterogéneas como coincidentes en el avance hacia un objetivo que, por encima de lo político, parece espiritual. El ambiente, tenso y asfixiante, recuerda a veces la fascinante oscuridad de Divinas palabras, anticipando la inmersión en ese mundo bárbaro.
Aun así, este segundo libro nos deja caracterizaciones memorables, como la del héroe Miquelo Egoscue, y escenas brutales, tan valleinclanescas, como la de Roquito, cuyos ojos se abrasan mientras se esconde en una chimenea (y perdón por el espoiler). También aquí asoma tímidamente el personaje del cura Santa Cruz, que cobrará todo el protagonismo en la tercera entrega.
La semblanza de Valle no tiene apenas pliegues porque Santa Cruz, o no tiene fisuras, o si en algún momento muestra duda solo servirá para reafirmarse en su posición y optar por la solución más brutal. No es desde luego una caricatura, sino el dibujo de un personaje que parece sentir en sí mismo la cristalización de todos los valores tradicionales y la determinación de hacerlos triunfar sea cual sea el precio. Se puede decir que Valle disfruta manejando al cura guerrillero, viéndole evolucionar ocupando todo el espacio narrativo, y vuelve a dejar en un segundo plano el desarrollo de la guerra. Le interesa más descubrir al individuo que encarna una posición ideológica y espiritual llevada al extremo.
De manera que la trilogía (que estaba previsto ser completada con dos títulos más) puede atraer menos a quien busque una novela propiamente dicha o un relato descriptivo de carácter histórico, pero dejará satisfechos a los que admiramos a un maestro en descubrir el alma de las cosas a través de sus diálogos, sus personajes y sus atmósferas.
Otras obras de Ramón del Valle-Inclán reseñadas en ULAD: Divinas palabras, Tirano Banderas, Luces de bohemia, Sonata de primavera
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