Cultura española en democracia
¿Ha sido la cultura el buen resultado de un proyecto compartido o más bien el discutible producto de una serie de improvisaciones y renuncias? El periodista cultural Sergio Vila-Sanjuán reflexiona sobre el poder transformador de la cultura a lo largo de cincuenta años de democracia en España. La entrada Cultura española en democracia se publicó primero en Ethic.
Numerosos analistas coinciden en que el periodo que va desde 1975 hasta el inicio de la crisis, en 2007, es el de «mayor estabilidad, progreso, libertad y democracia de nuestra historia» (en palabras del periodista Lluís Foix).
En los primeros tiempos de la democracia, los Gobiernos apostaron por la cultura como instrumento de modernización y afianzamiento democrático, reafirmando valores de pluralismo y convivencia, a la vez que se cubrían grandes lagunas de reconocimiento y en materia de equipamientos. Contaban con buen material para hacerlo. El ensayista George Yúdice ha llamado — con un matiz negativo— «el recurso de la cultura» a utilizarla para legitimar temas sociopolíticos, institucionales o económicos. Pero en el caso español funcionó: tanto la cultura como el Estado — y especialmente los ciudadanos— se beneficiaron del mutuo apoyo. Hubo ambición y hubo grandeza de miras.
En la fase inicial se quiso ofrecer una imagen de optimismo, juventud y novedad, que se equilibraba con la recuperación de las grandes figuras negligidas por el franquismo. Para poder avanzar consensuadamente, según recuerda Jorge Semprún, se pactó entonces una estrategia de olvido de los peores aspectos del pasado reciente. Estos aspectos «aparcados» — violencia, represión, dictadura— resurgirían con fuerza en el plano cultural a partir del 2000.
La etapa posterior, marcada por la crisis económica internacional que arranca en el 2007, y por el mal humor político, ha conllevado la crítica al sistema cultural que arrancó con la Constitución, y en cierto sentido su fragmentación, pero sin que se haya generado hasta el momento un proyecto alternativo consistente.
En cincuenta años la creación en las distintas lenguas y disciplinas ha brillado y se ha internacionalizado hasta niveles impensables en 1975: son numerosos los españoles que hoy tienen incidencia en el panorama global. La gestión cultural se ha descentralizado, a través de las transferencias autonómicas y el auge de las políticas municipales. Las instituciones e industrias culturales se han fortalecido. Y, a través de estas tres patas que la sostienen, la Cultura en mayúscula, en tanto que representación simbólica, se ha ido adecuando al tiempo acelerado de una sociedad en transformación.
La gestión cultural se ha descentralizado a través de las transferencias autonómicas y el auge de las políticas municipales
El 6 de diciembre del 2018 se celebró el cuarenta aniversario de la aprobación en referéndum de la Constitución española, que obtuvo un 88% de votos afirmativos. El texto introducía cuestiones relevantes para la cultura en el nuevo contexto democrático que se inauguraba.
Cuatro decenios más tarde el momento parecía oportuno para plantear un balance muy sintético y a vista de pájaro de lo que ha representado en este periodo, tanto en la trayectoria cronológica como a través de sus principales hitos y tendencias en los distintos campos que abarca. Ese balance es el que se propuso ofrecer el suplemento Cultura/s de La Vanguardia el 3 de diciembre de 2018. La carencia de una bibliografía panorámica sobre el tema nos animó a hacerlo. Fue el punto de partida de mi texto, que ahora he reelaborado y ampliado, cuando va a cumplirse medio siglo de la muerte de Franco y la iniciación de este nuevo periodo en la andadura colectiva.
La visión desde Barcelona constituye una característica de partida de este compendio; marca una aproximación propia y posiblemente también algunos olvidos o carencias por los que me excuso ya desde el principio.
Lo relatado tiene que ver con mi propia experiencia: debuté en el periodismo cultural en 1977, he sido testigo de muchos de los hechos recogidos y he tratado a los personajes que los protagonizaron. Al escribir recordaba con cierta nostalgia las primeras convocatorias de la feria ARCO, el Congreso de Intelectuales de Valencia de 1987, la Casona de Verines, los preparativos culturales de los Juegos Olímpicos del 92…Todo transmitía una refrescante sensación de novedad. Vi cómo nacían museos y centros que hoy parece como si siempre hubieran estado ahí. El cambio fue espectacular, y hay que saber valorarlo sin ceder a la melancolía por el tiempo pasado.
La cultura española ha atravesado en los últimos años una fase de cuestionamiento, agravada por la pandemia y sus restricciones, y en la que se han abierto nuevos capítulos en el plano digital. Requiere de nuevas propuestas y planes de futuro. Pero, en su conjunto, pas mal!
Este texto es un fragmento de ‘Cultura española en democracia’ (Destino, 2024), de Sergio Vila-Sanjuán.
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